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martes, 12 de octubre de 2010

CAMILA O¨GORMAN


CAMILA O’GORMAN


Camila fue una mujer que sólo vivió 20 años pero, su historia de amor, hizo que pasara a la historia . Ella tuvo la impertinencia de desafiar a la pacata sociedad  de la primera mitad del siglo XIX, viviendo un amor correspondido con el cura Wladislao Gutiérrez y zamarreando los tres valores en los que se asentaba la sociedad de aquella época: Familia, Iglesia y Estado.
Nieta de Ana María Perichon de Vandeuil, conocida como “La Perichona”,quien mientras su marido viajaba, sin mayores complejos ella se dedicaba a tener amantes. El más famoso de ellos fue ni más ni menos que el mismísimo Virrey Santiago de Liniers.
Establece una sólida amistad con Manuelita, la hija del caudillo Don Juan Manuel de Rosas.

Wladislao Gutiérrez tiene cuatro años más que Camila, es tucumano y sobrino del gobernador.
Había sido compañero del seminario del hermano de Camila y cuando llega a Buenos Aires en 1846 es aceptado en el seno de la familia O’Gorman como un amigo.
No pueden evitar rendirse ante la evidencia de un amor que no tendrá freno.
Y aquellos no eran tiempos para vivir amores de alto riesgo.
Este amor desafía tanto a la espada como a la cruz y crece de tal modo que sienten que ya no pueden vivirlo en la clandestinidad.Así es como el 11 de diciembre de 1847 se fugan a caballo.
Rosas consiente en caer con una justicia ejemplar para “impedir la desmoralización, el libertinaje y el desorden” siendo que él mismo convive bajo el mismo techo con su hija Manuelita y con Eugenia Castro, su ahijada con quien se sabe que tuvo varios hijos no reconocidos...
Esta es la famosa “doble moral”.

Camila y Wladislao mientras tanto, se presentan en todas partes como José y Florentina dicen ser marido y mujer. En enero de 1848 llegan a Goya, en la provincia de Corrientes. Fundan una escuela (la primera que existió en Goya) en su propia casa. El 16 de junio, mientras participan de la fiesta de cumpleaños del juez de paz, Wladislao se enfrenta a la pregunta del cura Miguel Gannon: “¿Cómo está, padre Gutiérrez? ¿Hace mucho que salió de Buenos Aires?”
Se los detiene y son trasladados a Buenos Aires, aunque jamás llegarán; se les toma declaración y Camila sostiene que tiene la conciencia tranquila y que no se arrepiente de nada.
Se han convertido en el botín de guerra de unitarios y federales, ambos coinciden en que se debe tener mano dura con ellos. Hasta el propio Sarmiento, enemigo acérrimo de Rosas, usa la historia para atacarlo.
Manuelita le pide a su padre por Camila. Pero él sabe que en la decisión sobre la suerte de los amantes se juega la fuerza de su autoridad.
Hay un hecho que agrava aún más la decisión: Camila está embarazada.
Rosas envia su sentencia firmada: deben ser fusilados. No consigna allí ni motivos, ni culpas, es una orden, simplemente y deberá ser cumplida. No había disposición alguna por la cual Camila deba ser ejecutada, en caso de relaciones sacrílegas, la pena de muerte debe aplicarse sólo al sacerdote.
El 18 de agosto Santos Lugares huele a muerte. La doble moral no se quiebra. La Iglesia que consiente el fusilamiento no pone reparos en interrumpir la vida del hijo de la pareja. El capellán de la prisión sin ponerse colorado decide que debe “bautizar a la criatura y liberarla del pecado”. Le da de beber agua bendita a Camila y derrama cenizas sobre su cabeza.
Cuatro presos llevan a los amantes en sus sillas hasta el paredón de fusilamiento.
Mientras tanto Camila grita: “Voy a morir, y el amor que me arrastró al suplicio seguirá imperando en la naturaleza toda. Recordarán mi nombre, mártir o criminal, no bastará mi castigo para contener una sola palpitación en los corazones que sientan”.
Ya en el paredón, Wladislao dijo: “A mí pueden asesinarme sin las formalidades de un juicio, pero no a esta mujer y en este estado. Miserables...”
Reyes ordena colocar los cadáveres en el mismo cajón con un tabique divisorio.
Rosas no pudo evitar la consecuencia poética de su decisión: esa muerte engendraría la leyenda y la leyenda trae consigo la vida eterna.

MARIA EVA DUARTE DE PERON

MARIA EVA DUARTE

Maria Eva Duarte nació en Los Toldos, província de Buenos Aires, en 1919. Ella, su madre, Juana Ibarguren, y sus cuatro hermanos formaban la família irregular de Juan Duarte, que falleció cuando Evita tenía seis o siete años. En esa época, se mudaron para Junín, donde Eva permaneció hasta 1935.

Se sentía asfixiada por el ambiente pueblerino y entonces, con tan sólo 15 años, decide mudarse a Buenos Aires buscando convertirse en una actriz. Sola, sin recursos ni educación, se enfrenta con un mundo hostil y duro, cuyas reglas desconoce. Pero triunfa: llega a ser actriz de cierto nombre, pese a la falta de mayores talentos teatrales, y a encabezar un programa de rádio muy escuchado.
           
Pero su destino era otro. En enero de 1944, Eva Duarte conoce al coronel Juan Domingo Perón en un festival que la comunidad artística realizaba en benefício de las víctimas de un terremoto que había destruído la ciudad de San Juan pocos días antes.

En el mes siguiente, ya vivían juntos y dos años más tarde regularizan la relación, contrayendo matrimonio en una ceremonia íntima y que no trasciende al público.

En febrero de 1946, después de una campaña electoral en que la presencia de Evita fue marcante, Perón es electo presidente. La oposición le trasladó a ella la antipatia y el rechazo que sentian por Perón. La acensión vertiginosa "esa mujer" fue para esos argentinos un motivo más de repúdio.

En su rol de primera dama, Eva Perón desarrolló un trabajo intenso, tanto en el aspecto político como en el social. En cuanto a la política, trabajó intensamente para obtener el voto femenino y fue organizadora y fundadora de la rama femenina del peronismo. Esta organización se formó reclutando mujeres de distintas extracciones sociales por todo el país. Las dirigentes de la nueva agrupación recibieron el nombre de "delegadas censistas".
           
En el aspecto social su trabajo se desarrolló en la Fundación Eva Perón, mantenida por contribuciones de empresarios y por donaciones que los trabajadores hacian cuando tenian una mejora en sus sueldos. Creó hospitales, hogares para ancianos y madres solteras, dos policlínicos, escuelas, una Ciudad Infantil. Durante las fiestas distribuía sidra y pan dulce, socorría a los necesitados y organizaba torneos deportivos infantiles y juveniles.
           
El otro bastón y tal vez eje principal de su popularidad fue constituído en torno a los sindicalistas y a su facilidad y carisma para conectarse con las masas trabajadoras, a quienes ella llamaba sus "descamisados".

Eva Perón falleció el 26 de julio de 1952, aun muy joven, por ocasión de una leucemia. El dolor popular no la abandonó en un velatorio que duró 14 días y a partir de entonces no la abandonaría jamás.

JUANA MORO


JUANA MORO, "LA EMPAREDADA" (1785-1874)
                                                                         

Nacida en Jujuy, durante las guerras de independencia, lideró en Salta, junto con Doña Loreto Sanchéz de Peón, una red de espionaje femenina conocida como Las Mujeres de la Independencia.

En el año 1814, después de invadir Jujuy y Salta, el Jefe realista, Joaquín de la Pezuela, le informa al virrey del Perú:

«Los gauchos nos hacen casi con impunidad una guerra lenta pero fatigosa y perjudicial. A todo esto se agrega otra no menos perjudicial que es la de ser avisados por horas de nuestros movimientos y proyectos por medio de los habitantes de estas estancias y principalmente de las mujeres, cada una de ellas es una espía vigilante y puntual para transmitir las ocurrencias más diminutas de éste Ejército».

La comunicación, interceptada por los patriotas, es un claro testimonio de la actuación de las mujeres. Una de las que desvelaba al jefe realista era la jujeña Juana Moro de López, delicada dama que humildemente vestida se trasladaba a caballo espiando recursos y movimientos del enemigo.

En una oportunidad fue apresada y obligada a cargar pesadas cadenas, pero no delató a los patriotas. Sufrió el castigo más grave. Cuando Pezuela invadió Jujuy y Salta. Juana fue detenida y condenada por espionaje a morir tapiada en su propio hogar. Días más tarde una familia vecina, condolida de su terrible destino, oradó la pared y le proveyó agua y alimentos hasta que los realistas fueron expulsados.

Fue emparedada a los 29 años, pero murió centenaria. A consecuencia de la difícil situación que atravesó fue su apodo: «La Emparedada».

TITA MERELLO


TITA MERELLO.

Nació en la calle Defensa en el barrio de San Telmo. Se crió en un asilo. De niña trabajó como boyerito en el campo en una estancia de la provincia de Buenos Aires. La pobreza y el hambre marcaron su breve infancia y la obligaron a pelear la vida desde  temprana edad.
«Mi infancia fue breve. La infancia del pobre es más breve que la del rico. Era triste, pobre y fea». Ya más grande, declaró sin pudor, "haber hecho la calle".
Llega al escenario, en 1920, como corista en un teatro cercano al puerto,  frecuentado por marineros y gente del bajo fondo. Ese teatrillo de mala muerte, casi pornográfico, de nombre "Ba ta clán", a partir de entonces, a las coristas se las llamó "bataclanas", y este término se convirtió en sinónimo de "mujer alegre".
En 1922, paso a ser vedette en el Maipo, donde interpretaba el tango "Pedime lo que querés" de Francisco Canaro y Caruso, momento a partir del cual comenzo su siempre ascendente carrera artística.
Entre 1927 y 1929 grabó 18 tangos todos de carácter humorístico y burlón, como "Que Careta", "Mi papito", y otros melancólicos como "No salgas del barrio". Debieron pasar 25 años para que volviera a  grabar. En 1954 volvió al disco interpretando tangos humorísticos, casi siempre con el acompañamiento de la orquesta dirigida por Francisco Canaro.
El tango milonga "Se dice de mi" de Canaro y Pelay, su canción mas representativa y de enorme éxito, es una especie de autobiografía de Tita.
En 1931, se inicia en el periodismo, en la desaparecida revista "Voces". Quienes la vieron actuar, dicen que se movía, "como pez, en el agua" además, es una de las poquísimas actrices que tiene su carnet de "Periodista".  El primer artículo que publicó, se lo pagaron $200, y no niega que el corazón le latía fuerte, temiendo desmayarse. Fueron los doscientos pesos más importantes de su vida, decía.
Su trabajo en teatro fue permanente, destacándose entre otras: "El conventillo de la Paloma" que fue un éxito y le dio gran popularidad; "Esta noche filmación"; "Hombres en mi vida"; "Miércoles de ceniza"; "Amorina" y "Buenos Aires de ayer y hoy", obra de Canaro y Pelay estrenada en 1943, donde se lució interpretando "Tranquilo, vieja, tranquilo".
Fue dirigida por los mejores directores en 34 films a lo largo de 50 años. Realizó algunas intervenciones en el cine argentino del último período mudo y los primeros del sonoro. Su gran éxito fue "Los isleños” y "Filomena Marturano"
En 1957, luego de su proscripción, regresó a la Argentina y retomó su trabajo, sorprendiendo al público con su participación en la TV. Tita también figura entre los grandes nombres de la radio argentina.
Sufrió el amor y el abandono. Su gran amor, fue Luis Sandrini, el hombre que la marcó eternamente y con quien compartió diez años de su vida hasta la dejó repentinamente después de un viaje, sin explicación alguna. A ese amor, que fue público, se comenta que le escribió un tango, "Llamarada pasional”. Cuentan sus allegados que en su casa había una silla vacía, la que usaba Sandrini y que nadie volvió a utilizarla después de él.
Aunque nunca fue una militante, simpatizaba con el peronismo. Con la caída del gobierno de Juan Domingo Perón, Tita ya no tuvo el mismo trabajo, le fueron negadas muchas posibilidades e incluso llegó a ser atacada a la salida de una radio por grupos que apoyaban al golpe militar del ’55, que derrocó a Perón.
Poco y nada se conoce de Tita. Siempre relacionó la " salud con la fe". De hecho cuando tenía 32 años, sufrió una afección renal. El diagnóstico médico, indicaba cirugía inminente, Tita salió del consultorio médico, le pidió a su madre que la esperase en su casa y fue a la Iglesia de 'Nuestra Señora del Carmen'. Nadie supo cuánto tiempo estuvo de rodillas frente a Cristo, pero volvió a su casa, para decir a su madre, que no se operaría, y de hecho nunca lo hizo. Solía decir  "quien no crea que la fe mueve montañas allá él". 
En 1988, la Merello se presentó en un programa de TV. en el cuál recorrió, toda su vida. Casi al final del mismo manifestó, que en su vida existia "un hijo". Generó gran conmoción general, y después de una comunicación telefónica, aclaró quién era ese hijo, a quien ella amaba tanto.  "Se llama Mingo, es uno de esos hombres que ayudan a llevar el país día a día... Es un grán hombre y cuida de mi!!!"
Tita, la popular "morocha argentina", en su vejez no deja de reclamar afecto, aquel que le faltó desde su mismo nacimiento, y hace manifiesta su gran soledad.

MARTINA CESPEDES

Martina Céspedes


En julio de 1807 los ingleses reincidieron en sus afanes de conquista. Martín de Alzaga, apoderándose del Cabildo tomó la decisión de resistir. Se hicieron pozos artificiales en las principales esquinas; los vecinos se apostaron en las azoteas con granadas de mano y con piedras. El domingo 5 de julio se libró la batalla decisiva.

Una de las misiones fundamentales que traían los británicos era apoderarse de la iglesia Nuestra Señora de Belén (actual San Pedro Telmo), y del hospital de los Bethlemitas (hoy Museo Balvé), a los que consideraban de gran valor estratégico. El oficial a cargo lo consiguió, para quedar luego recluido en la iglesia de Santo Domingo, donde se iba a dar el episodio más dramático de la segunda invasión.

En la esquina de Belgrano y Perú, en la Casa de la Virreina, luego de tres horas de lucha se produjo el mayor descalabro para los ingleses en sus “Brigadas ligeras británicas”. Sobre este suceso, contaba Martín Rodriguez que por los caños de desagüe del techo corría la sangre a la calle. Los resistentes apenas vencían una columna inglesa, corrían atacar otra. Muestra de la decisión de este pueblo fue que no dudó en bombardear la iglesia de Santo Domingo, a pesar del profundo fervor religioso de la época, para desalojar a esos invasores que luego lo describiría como “gentuza de tez oscura, baja y mal hecha”.

En Humberto Primo al 300, al oeste de la actual escuela Rawson, vivía la porteña Martina Céspedes de 45 años, quien junto a sus tres hijas atendía una casa de comidas.
Estas jóvenes eran de físico muy agraciado y, gozaban de “demasiada popularidad”.

Los invasores avanzaban desde el sur saqueando pulperías y embriagándose más y más; doce de ellos llegaron a la puerta de esta aguerrida mujer, que aprovechando el estado de escasa conciencia de esos soldados permitió entregarles lo que pedían si accedían a pasar de a uno.

A medida que ingresaban, las cuatro mujeres los desarmaban y ataban, dejándolos en distintas habitaciones. Al día siguiente, ya firmada la capitulación, Martina se presentó ante el Liniers, contándole lo sucedido; éste la premió otorgándole el grado de sargento mayor, derecho a uso de uniforme y goce de sueldo. De los doce prisioneros la Céspedes entregó solo a once; el duodécimo quedó como botín de su hija Pepa Céspedes. Esta y el inglés se habían enamorado y terminaron casándose.

Posteriormente no hubo fiesta religiosa y civil en la que esta heroína no apareciera luciendo su uniforme. En 1825 se la vio todavía junto a Las Heras y otros héroes de la independencia, en la procesión de Corpus Cristi.

JUANA AZURDUY

Juana Azurduy

Mitre habla así de Juana luchando junto a Padilla: “(...) Acompañábale en sus correrías su esposa Doña Juana Azurduy, que llegó a hacerse tan famosa como su marido por su valor, sus hazañas y por su ascendiente sobre los naturales. Esta heroína educada en un convento, de gallarda presencia, rostro hermoso, y tan valiente como virtuosa, contaba en aquella época treinta y cinco años de edad.”

Manuel Belgrano es el hombre que reconoce el verdadero valor de Juana explicitándolo en una carta a Pueyrredón, en la cual le solicita reconocimiento oficial, se le otroga el grado de Teniente Coronel “debido al varonil esfuerzo y bizarría de la Amazona Juana Azurduy”. Por su parte, el propio Belgrano le regala su espada.

Juana huyendo de los realistas, se interna con sus cuatro hijos en el monte desconocido. No hay alimentos, no hay refugio posible a los vientos y a la plaga de insectos que llenan de pestes el cuerpo de sus pequeños. Es aquí donde se enferman cada uno de sus cuatro hijos, donde mueren Manuel y Mariano, antes de que Padilla y un indio amigo lleguen en auxilio de la madre guerrera. De vuelta en el refugio del valle de Segura mueren Juliana y Mercedes, las dos hijas, de fiebre palúdica y disentería.
Tanta muerte insoportable trae la vida: Juana Azurduy está nuevamente embarazada cuando combate el 2 de agosto de 1814 con Padilla y su tropa, en el cerro de Carretas. Luisa Padilla, la última hija de los amantes guerreros, nace junto al Río Grande y experimenta ahora en brazos de su madre los ardores de la vida revolucionaria.

Los hombres que la custodiaban presumen que su jefa está débil y es el mejor momento para arrebatarle la caja con el tesoro de sesenta mil duros, el botín de guerra con el que cuentan, para su supervivencia. Los traidores al mando de Loayza arremeten contra la teniente coronela, que se alza frente a ellos con su hija en brazos y la espada obsequiada por el General Belgrano,  feroz y decidida, ordena en quechua acciones bélicas a su tropa de indios amigos. Con su espada, le arrancó la cabeza a Loayza de un solo sablazo de derecha.


Ganó apenas 33 batallas liderando su ejército de leales, casi todos indios y un número impreciso de amazonas.    

Es evidente que la historia debe narrar con moderación las hazañas y el liderazgo de la mujer guerrera, porque como es sabido las mujeres han sido llamadas a ser vírgenes o santas pero los títulos y las condecoraciones son patrimonio exclusivo de los varones.

LOLA MORA

LOLA MORA


Por un error incomprensible el Congreso de la Nación Argentina ha instituido por ley la fecha falsa de su nacimiento –17 de noviembre de 1866–, en el “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”, en memoria de la escultora,
Dolores Mora De La Vega nació en nació en Trancas, Tucumán el 22 de junio de 1867.
En 1887, Lola empieza a tomar clases particulares de pintura, ya que la escultura llegaría tiempo más tarde.
Consigue una beca de dos años para perfeccionar sus estudios de pintura en Europa, llega a Roma a los 30 años para seguir con la pintura. La beca vence, pero el presidente argentino Julio A. Roca (con quien, según algunos biógrafos , mantuvo un largo romance) decide extenderla por más tiempo. Su profesor, Michetti le sugiere tomar algunas clases de escultura para que perfeccionara el manejo de perspectivas y sombras en la pintura. Entonces, la cerámica y el mármol despiertan su vocación auténtica. Decide hacer una exposición., allí acude Julio Monteverde, el famoso escultor que no bien conoce la obra de la tucumana, ofrece convertirse en su maestro.  Se relaciona con la nobleza del mármol, el bronce, la arcilla, la cerámica, el yeso y la piedra. Cambia el pincel por los cinceles. No pintará más.
Ya como escultora, obtiene el primer premio en el “Palacio de Bellas Artes de Roma”. Sigue cosechando éxitos durante 1899 y, casi a fin de año, obtiene la medalla de oro en la exposición de París. Su nombre se impone en Europa. Lola desea el triunfo en su país, donde su obra escultórica aún era desconocida.
Vuelve a Buenos Aires y le ofrece al intendente de Buenos Aires, una fuente, por la que no cobraría honorarios.. Lola boceta la fuente que haría historia: la primera obra pública de autora femenina inaugurada en Buenos Aires. Poco a poco, los pedidos van colmando sus horas de trabajo y tiene que ampliar su taller romano.
Una latinoamericana, tucumana, escultora profesional -que vive de eso-, amiga de artistas, independiente, radicada en Italia y habitualmente rodeada de hombres: una perfecta prostituta para la ceguera intolerable del conservadurismo rioplatense. Así, mientras Europa la aplaudía, Buenos Aires escribía las cosas más ofensivas contra ella.
El 21 de mayo de 1903 se descubre en el Paseo de Julio (actual Leandro Alem) "La fuente de las Nereidas". La escultura, símbolo femenino en medio del machismo porteño.
En 1905 el gobierno de Buenos Aires le cede una sala del Congreso,  para que esculpa las figuras que lucirían al frente del mismo. Allí, cobran forma “La Libertad”, “La Justicia”, “La Paz”, “El Progreso”. Pocos años después, las discusiones partidarias de la oposición ganan sobre el oficialismo y las figuras calificadas por el ministro de Obras Públicas como: “(...)esos mamarrachos (...)”, son trasladadas a unos galpones municipales, dejando hasta la actualidad el vacío que sostienen los pedestales.
Por esos años, conoce a su futuro esposo: Luis Hernández Otero, joven de 27 años y regresa a Europa.
En 1909, Lola Mora vuelve a Buenos Aires y se casa con Luis Hernández, quince años menor que ella. Tal es la vergüenza para los Hernández, que el Senador y su mujer no concurren al casamiento. Viajan a Europa de luna de miel e introduce a su marido en la bohemia intelectual. El matrimonio, incompatible con los ambiciosos anhelos de Lola, fracasa. Corre el año 1915 y Luis Hernández la engaña con otra mujer.
Para siempre deja a su marido, bien instalado con su amante en el hogar que ella había diseñado íntegramente.

Las discusiones sobre la fuente vuelven a retumbar en Buenos Aires. Políticamente se decide el traslado. Lola decide hacerlo ella misma porque es la única que sabe desarmarla sin que se rompa en pedazos. Además, paga el traslado hasta la Costanera Sur, donde se encuentra actualmente.

Estamos en 1920, dolorida, triste y marginada, el ostracismo porteño la vence por cansancio y abandona la escultura.
Un día, toca la puerta Luis Hernández Otero, su primer y único marido. Quiere verla. Una de sus sobrinas le avisa y, entre balbuceos, Lola le contesta: “Tírenlo escaleras abajo.”
En 1977 se trasladan sus restos a Tucumán, donde se le da sepultura en la Casa de la Cultura.