CAMILA O’GORMAN
Camila fue una mujer que sólo vivió 20 años pero, su historia de amor, hizo que pasara a la historia . Ella tuvo la impertinencia de desafiar a la pacata sociedad de la primera mitad del siglo XIX, viviendo un amor correspondido con el cura Wladislao Gutiérrez y zamarreando los tres valores en los que se asentaba la sociedad de aquella época: Familia, Iglesia y Estado.
Nieta de Ana María Perichon de Vandeuil, conocida como “La Perichona”,quien mientras su marido viajaba, sin mayores complejos ella se dedicaba a tener amantes. El más famoso de ellos fue ni más ni menos que el mismísimo Virrey Santiago de Liniers.
Establece una sólida amistad con Manuelita, la hija del caudillo Don Juan Manuel de Rosas.
Wladislao Gutiérrez tiene cuatro años más que Camila, es tucumano y sobrino del gobernador.
Había sido compañero del seminario del hermano de Camila y cuando llega a Buenos Aires en 1846 es aceptado en el seno de la familia O’Gorman como un amigo.
No pueden evitar rendirse ante la evidencia de un amor que no tendrá freno.
Y aquellos no eran tiempos para vivir amores de alto riesgo.
Este amor desafía tanto a la espada como a la cruz y crece de tal modo que sienten que ya no pueden vivirlo en la clandestinidad.Así es como el 11 de diciembre de 1847 se fugan a caballo.
Rosas consiente en caer con una justicia ejemplar para “impedir la desmoralización, el libertinaje y el desorden” siendo que él mismo convive bajo el mismo techo con su hija Manuelita y con Eugenia Castro, su ahijada con quien se sabe que tuvo varios hijos no reconocidos...
Esta es la famosa “doble moral”.
Camila y Wladislao mientras tanto, se presentan en todas partes como José y Florentina dicen ser marido y mujer. En enero de 1848 llegan a Goya, en la provincia de Corrientes. Fundan una escuela (la primera que existió en Goya) en su propia casa. El 16 de junio, mientras participan de la fiesta de cumpleaños del juez de paz, Wladislao se enfrenta a la pregunta del cura Miguel Gannon: “¿Cómo está, padre Gutiérrez? ¿Hace mucho que salió de Buenos Aires?”
Se los detiene y son trasladados a Buenos Aires, aunque jamás llegarán; se les toma declaración y Camila sostiene que tiene la conciencia tranquila y que no se arrepiente de nada.
Se han convertido en el botín de guerra de unitarios y federales, ambos coinciden en que se debe tener mano dura con ellos. Hasta el propio Sarmiento, enemigo acérrimo de Rosas, usa la historia para atacarlo.
Manuelita le pide a su padre por Camila. Pero él sabe que en la decisión sobre la suerte de los amantes se juega la fuerza de su autoridad.
Hay un hecho que agrava aún más la decisión: Camila está embarazada.
Rosas envia su sentencia firmada: deben ser fusilados. No consigna allí ni motivos, ni culpas, es una orden, simplemente y deberá ser cumplida. No había disposición alguna por la cual Camila deba ser ejecutada, en caso de relaciones sacrílegas, la pena de muerte debe aplicarse sólo al sacerdote.
El 18 de agosto Santos Lugares huele a muerte. La doble moral no se quiebra. La Iglesia que consiente el fusilamiento no pone reparos en interrumpir la vida del hijo de la pareja. El capellán de la prisión sin ponerse colorado decide que debe “bautizar a la criatura y liberarla del pecado”. Le da de beber agua bendita a Camila y derrama cenizas sobre su cabeza.
Cuatro presos llevan a los amantes en sus sillas hasta el paredón de fusilamiento.
Mientras tanto Camila grita: “Voy a morir, y el amor que me arrastró al suplicio seguirá imperando en la naturaleza toda. Recordarán mi nombre, mártir o criminal, no bastará mi castigo para contener una sola palpitación en los corazones que sientan”.
Ya en el paredón, Wladislao dijo: “A mí pueden asesinarme sin las formalidades de un juicio, pero no a esta mujer y en este estado. Miserables...”
Reyes ordena colocar los cadáveres en el mismo cajón con un tabique divisorio.
Rosas no pudo evitar la consecuencia poética de su decisión: esa muerte engendraría la leyenda y la leyenda trae consigo la vida eterna.