LOLA MORA
Por un error incomprensible el Congreso de la Nación Argentina ha instituido por ley la fecha falsa de su nacimiento –17 de noviembre de 1866–, en el “Día Nacional del Escultor y las Artes Plásticas”, en memoria de la escultora,
Dolores Mora De La Vega nació en nació en Trancas, Tucumán el 22 de junio de 1867.
En 1887, Lola empieza a tomar clases particulares de pintura, ya que la escultura llegaría tiempo más tarde.
Consigue una beca de dos años para perfeccionar sus estudios de pintura en Europa, llega a Roma a los 30 años para seguir con la pintura. La beca vence, pero el presidente argentino Julio A. Roca (con quien, según algunos biógrafos , mantuvo un largo romance) decide extenderla por más tiempo. Su profesor, Michetti le sugiere tomar algunas clases de escultura para que perfeccionara el manejo de perspectivas y sombras en la pintura. Entonces, la cerámica y el mármol despiertan su vocación auténtica. Decide hacer una exposición., allí acude Julio Monteverde, el famoso escultor que no bien conoce la obra de la tucumana, ofrece convertirse en su maestro. Se relaciona con la nobleza del mármol, el bronce, la arcilla, la cerámica, el yeso y la piedra. Cambia el pincel por los cinceles. No pintará más.
Ya como escultora, obtiene el primer premio en el “Palacio de Bellas Artes de Roma”. Sigue cosechando éxitos durante 1899 y, casi a fin de año, obtiene la medalla de oro en la exposición de París. Su nombre se impone en Europa. Lola desea el triunfo en su país, donde su obra escultórica aún era desconocida.
Vuelve a Buenos Aires y le ofrece al intendente de Buenos Aires, una fuente, por la que no cobraría honorarios.. Lola boceta la fuente que haría historia: la primera obra pública de autora femenina inaugurada en Buenos Aires. Poco a poco, los pedidos van colmando sus horas de trabajo y tiene que ampliar su taller romano.
Una latinoamericana, tucumana, escultora profesional -que vive de eso-, amiga de artistas, independiente, radicada en Italia y habitualmente rodeada de hombres: una perfecta prostituta para la ceguera intolerable del conservadurismo rioplatense. Así, mientras Europa la aplaudía, Buenos Aires escribía las cosas más ofensivas contra ella.
El 21 de mayo de 1903 se descubre en el Paseo de Julio (actual Leandro Alem) "La fuente de las Nereidas". La escultura, símbolo femenino en medio del machismo porteño.
En 1905 el gobierno de Buenos Aires le cede una sala del Congreso, para que esculpa las figuras que lucirían al frente del mismo. Allí, cobran forma “La Libertad”, “La Justicia”, “La Paz”, “El Progreso”. Pocos años después, las discusiones partidarias de la oposición ganan sobre el oficialismo y las figuras calificadas por el ministro de Obras Públicas como: “(...)esos mamarrachos (...)”, son trasladadas a unos galpones municipales, dejando hasta la actualidad el vacío que sostienen los pedestales.
Por esos años, conoce a su futuro esposo: Luis Hernández Otero, joven de 27 años y regresa a Europa.
En 1909, Lola Mora vuelve a Buenos Aires y se casa con Luis Hernández, quince años menor que ella. Tal es la vergüenza para los Hernández, que el Senador y su mujer no concurren al casamiento. Viajan a Europa de luna de miel e introduce a su marido en la bohemia intelectual. El matrimonio, incompatible con los ambiciosos anhelos de Lola, fracasa. Corre el año 1915 y Luis Hernández la engaña con otra mujer.
Para siempre deja a su marido, bien instalado con su amante en el hogar que ella había diseñado íntegramente.
Las discusiones sobre la fuente vuelven a retumbar en Buenos Aires. Políticamente se decide el traslado. Lola decide hacerlo ella misma porque es la única que sabe desarmarla sin que se rompa en pedazos. Además, paga el traslado hasta la Costanera Sur, donde se encuentra actualmente.
Estamos en 1920, dolorida, triste y marginada, el ostracismo porteño la vence por cansancio y abandona la escultura.
Un día, toca la puerta Luis Hernández Otero, su primer y único marido. Quiere verla. Una de sus sobrinas le avisa y, entre balbuceos, Lola le contesta: “Tírenlo escaleras abajo.”
En 1977 se trasladan sus restos a Tucumán, donde se le da sepultura en la Casa de la Cultura.
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